Un instrumento tocando
las cuerdas pulsadas,
su caja de madera
sonando el aro
en medio,
olor a barnizado artesano
y luthier de la tradición,
sentir la posición
en las dos manos,
acariciando las cuerdas
con las uñas un poco largas,
apretando los dedos
en los trastes,
suena un poema sonoro
de un experto duende.
Obsesivo a la perfección,
el duende toca al alba
al son del compás,
el autodidacta en sus comienzos,
aprendiendo uno de los profesionales,
sin conservatorio
que no le hacía falta,
aprenderse el solo a manejar
y luego estudiar el solfeo,
criado en los barrios de un pueblo
o de un municipio,
convirtiéndose en la leyenda
más grande,
en los grandes duendes.
Los grandes duendes
son buenos monstruos,
sonando su perfección
en el gran espectáculo
levantando la pasión
del gran público,
un duende también canta
un poema,
entre la fuerza de la voz
y tirando uno de los acordes,
lo conquista y lo enamora uno
al alma de los fans,
admirados de un duende,
compositor clásico
de los siglos pasados,
flamenco de los barrios
y de los puertos,
cantautor de grandes conciencias
muy sociales,
bluesman de oración espiritual
y con mucha alma melancólica,
virtuoso rockero y heavy
sintiendo la electricidad
hasta la médula.
Los grandes duendes
tocan sus buenas cuerdas,
tienen mucho arte
que un gran pintor,
poeta y cantaor,
tratando cada uno
a su amor por el arte,
lo enamora a una hermosa mujer,
tocando el cuerpo de barniz
en la madera,
el duende tiene mucho arte
con su guitarra,
mucho sabor y pasión
sobre seis cuerdas
muy estiradas,
acaricia sus dedos
llevando uno a enamorarse
al alba y con el corazón palpitando.
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