martes, 28 de junio de 2011

Guitarra





















Un instrumento tocando

las cuerdas pulsadas,

su caja de madera

sonando el aro

en medio,

olor a barnizado artesano

y luthier de la tradición,

sentir la posición

en las dos manos,

acariciando las cuerdas

con las uñas un poco largas,

apretando los dedos

en los trastes,

suena un poema sonoro

de un experto duende.


Obsesivo a la perfección,

el duende toca al alba

al son del compás,

el autodidacta en sus comienzos,

aprendiendo uno de los profesionales,

sin conservatorio

que no le hacía falta,

aprenderse el solo a manejar

y luego estudiar el solfeo,

criado en los barrios de un pueblo

o de un municipio,

convirtiéndose en la leyenda

más grande,

en los grandes duendes.


Los grandes duendes

son buenos monstruos,

sonando su perfección

en el gran espectáculo

levantando la pasión

del gran público,

un duende también canta

un poema,

entre la fuerza de la voz

y tirando uno de los acordes,

lo conquista y lo enamora uno

al alma de los fans,

admirados de un duende,

compositor clásico

de los siglos pasados,

flamenco de los barrios

y de los puertos,

cantautor de grandes conciencias

muy sociales,

bluesman de oración espiritual

y con mucha alma melancólica,

virtuoso rockero y heavy

sintiendo la electricidad

hasta la médula.


Los grandes duendes

tocan sus buenas cuerdas,

tienen mucho arte

que un gran pintor,

poeta y cantaor,

tratando cada uno

a su amor por el arte,

lo enamora a una hermosa mujer,

tocando el cuerpo de barniz

en la madera,

el duende tiene mucho arte

con su guitarra,

mucho sabor y pasión

sobre seis cuerdas

muy estiradas,

acaricia sus dedos

llevando uno a enamorarse

al alba y con el corazón palpitando.

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